jueves, 19 de junio de 2014

COLABORACIÓN MEDICOPSICOPEDAGÓGICO



Pasamos ya al siglo XIX, cuando los deficientes mentales van a recibir un auténtico tratamiento medicopedagógico porque ya se les identifica como tales. Esta es en la que se hicieron también grandes avances en la comprensión de deficiencia mental y en la identificación de formas clínicas asociadas. En este tienen lugar el nacimiento de la educación especial propiamente dicha y la aparición de los precursores de la misma. Sin embargo, las condiciones de vida de los deficientes mentales eran muy semejantes a las del siglo anterior y la situación de las instituciones alarmantes, incluido el asilo de anormales fundado por el médico suizo Guggenbul cerca de Interlaken (Suiza). De ahí el esfuerzo de Pinel y el también psiquiatra Esquirol por mejorar las condiciones de la institución. Esquirol trata -además- de separar los enfermos mentales de los deficientes mentales, de diferenciar la amencia de la demencia e incluso de distinguir dos niveles de retraso mental: la. Imbecilidad y la idiocia con toda una serie de niveles intermedios.
 
     Colabora en esta tarea el entonces joven médico del Instituto de Sordomudos, Tirad. Su legado pedagógico está contenido en la obra El niño salvaje, producto de la observación y el tratamiento llevado a cabo con Victor, el niño salvaje que había aparecido en los bosques del Aveyron (Lane, 1984). Esquirol pensaba que era un caso de abandono, mientras que para Pinel se trataba de un idiota.Itard (1801, 1982) dedicó cinco años de infatigable labor a educarle. Con él trabajaba a través de actividades minuciosamente concebidas para el desarrollo de las funciones sensoriales, intelectuales y afectivas. Sus investigaciones educativas tuvieron gran influencia sobre los trabajos medicopedagógicos intentados en el transcurso del siglo XIX. A Itard le corresponde el mérito de haber inspirado los ensayos de Belhomme sobre e idiota (“Essai sur I’idiotie”, tesis, París, 1824), de la organización de una escuela para anormales en Bicetre y otra en la Salpetriére, así corno del Instituto Ortofrénico de Voisin. Tiene además el mérito de haber inspirado a un pedagogo genial que continuó su obra: Seguin.

     Es importante resaltar que las condiciones de vida de las personas deficientes mejorarían en la segunda mitad del siglo, de forma particular por obra de Seguin (Ortiz, 1987). Se trata de la más alta autoridad en la materia de la época para quien el idiota típico es un individuo que nada sabe, nada piensa y nada desea y que llega al sumo de la incapacidad; pero que siempre es susceptible de mejorar a través de la educación. Intenta hacer una clasificación según el grado de afección en el retraso: idiocia (gravemente afectado), imbecilidad (levemente retrasado), debilidad mental (retardo en el desarrollo) y simple retraso (desarrollo intelectual lento). Fue efectivamente Seguin el auténtico reformador de las instituciones para retrasados mentales a las que dedicó toda su vida, puesto que siempre confió en que los idiotas eran educables. Estudió Medicina, recibió clases de Itard y estableció con el psiquiatra Esquirol la primera colaboración medicopedagógica. Gracias a su método fisiológico para débiles mentales aplicado en las escuelas que él fundaba se decidieron en Europa y América a emprender la educación de los deficientes mentales. En el libro titulado La idiocia y su tratamientos fisiológicos publicado en el año 1866 es donde pone de manifiesto la relación existente entre actividad sensorial y nivel de pensamiento, y donde presenta programas para el aprendizaje de la percepción, imitación, coordinación, memoria y generalización. Elaboró métodos de diagnóstico y tratamiento sobre la base de la observación del niño, insistiendo en el valor del juego y la interacción activa del medio. Al final del siglo XIX se vislumbra una nueva perspectiva con las aportaciones de Itard y Seguin, cuyas obras fueron reivindicadas por Bourneville, médico y pedagogo, que hizo de Bicetre el primer Instituto medicopedagógico, dando importancia al adiestramiento y a la educación junto a la atención médica.Cuidó de conservar intactos los hallazgos de Seguin e inventó otros procedimientos y materiales que están hoy de actualidad en educación especial (Pérez Marina, 1983). Se va concluyendo así, que en el siglo XIX existían ya importantes escuelas para la educación de niños con deficiencia sensorial y deficiencia mental.

    En cuanto a los ciegos, en Australia en 1810 Willhelen Klein inicia una campaña para promover su educación en las escuelas ordinarias. Y en 1842 el gobierno de la Baja Austria emite un decreto sobre la necesidad de que los niños ciegos se eduquen de acuerdo con sus necesidades en su hogar o en la escuela de la comunidad. En EE UU no hubo una persona que se preocupara más de los necesitados que Howe, médico general que se intereso por los invidentes y llevó a cabo la educación de niños ciegos en su propia casa, lo que llegaría a ser más tarde el famoso Instituto Perkins; se interesó por la frenología como tratamiento que podía ser útil para ciegos, sordomudos y retrasados mentales, a la defensa de los cuales dedicó su vida.

En cualquier caso, aparece en la segunda mitad del siglo la nueva opción de la educación especial por parte de médicos, educadores y psicólogos que inician en EE UU el tipo de escuelas que Seguin creara en Europa para retrasados. El programa educativo sobre el adiestramiento de los sentidos, la modificación de las materias escolares, el aprendizaje manual, el juego y la vida en la naturaleza eran la alternativa que se presentaba ya al programa normal. Realmente fue en la segunda mitad del siglo XIX cuando se asentaron las bases de la educación especial. EN todos los países, con diferentes métodos psiquiatras y pedagogos trabajaron conjuntamente dando importancia a la educación sensorial y motora propiciando la adaptación a una vida normal.


En Italia, María Montessori tradujo los trabajos de Itard y Seguin y fue a Francia a visitar el Servicio de Bourneville en Bicetre. Fue médico de la Cínica Psiquiátrica de la Universidad de Roma y entra en contacto con las personas deficientes a través de las visitas realizadas a instituciones, asilos y manicomios donde eran atendidas. Enseguida percibe que la deficiencia mental no es un problema médico sino pedagógico y organiza la escuela ortofrénica para su curación. Su principio capital es el de la espontaneidad dejando libertad para el juego autoeducativo basado esencialmente en la educación de las sensaciones táctiles y cinestésicas y el dibujo libre, como expone en su manual práctico del método,
que se publicaría en 1939.

    Con tal perspectiva, traspasamos la frontera del siglo XX, el auténtico siglo de las luces para la educación especial, cuando se crean instituciones especializadas para todo tipo de deficiencias, con atención medicopsicopedagógica, en un momento en que en las escuelas públicas no asumen -por su inflexibilidad— a aquellos alumnos que tuvieran dificultades para seguir una escolaridad normal. Si bien en EE UU y en Europa siguen existiendo y proliferando las instituciones monstruosas, abrigos de la deficiencia y generadoras de degradación y locura, las cosas están cambiando en el inicio del presente siglo. Encontramos, por ejemplo, testimonios del derecho a la educación integradora en las fronteras del siglo XX cuando se proponía la admisión obligatoria de todos los niños sordomudos y ciegos en edad preescolar en la escuela ordinaria o el que recoge Pozo Pardo (1983) de cómo Nebreda en el período de 1875 a 1925 educó a un niño sordo de nacimiento y además ciego como consecuencia de haber padecido la viruela.con Minusvalía.

                                  Es tomado de la publicación sobre: 
             "LAS PERSONAS CON NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES,
                              EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CONCEPTO", 
                                   Ma. DEL CARMEN ORTIZ GONZÁLEZ
                                        Universidad de Salamanca


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